Cada día, cada hora después de ese veinte de julio
pienso en el,
Como la herida abierta que supura, se infecta y te
pulsa, así se quedo mi corazón al pensar que ya no estarías mas conmigo
Debo iniciar este relato con el detalle de la persona
de quien hablo, no se trata de un hombre, ni de un novio, ni de un familiar
cercano que tiene mi sangre, ni siquiera un compañero de universidad, sino mas
bien del sujeto mas gracioso, mas enojado, en cuatro patas que la vida me pudo dar.
El llego a mi casa, con otro destino para un vecino,
estaba cursando en esa época mi bachillerato, una regordeta peleada con la
vida, con las hormonas al limite, con mil traumas, y como mi imagen dark, ya tenía
una mascota se llama beily, mi primer perrito que era un trofeo a mi necesidad
de tener un animalito con quien jugar pues siempre estuve sola, lo único que mi
abuela se encargo de hacerlo enojado
pues tendían a jugar juegos bruscos y rudos así que se enojaba y me acorralaba
para morderme.
Venia en una caja en la parte de atrás del vehículo, lloraba,
porque estaba pequeñito la bolita de pelo negro y como yo era una persona que
no estaba de acuerdo en serle infiel a mi beyli con otro perrito pues me podía
costar una mordida, no le hacia caso a mi mama cuando me decía que lo tocara.
La sorpresa fue cuando la bolita negra llego a mi
casa, mi abuela abrió la caja y dijo con un grito: “es mio”, y así se quedo en
nuestras vidas, pegado con crazy glu, y como tatuaje permanente…
Mi relación de idilio inicio en la Universidad, ahí como en el tercer ciclo, en donde llegar
a mi casa era terrible porque los problemas familiares eran mas grandes que los
míos en cuanto el mundo nuevo en el que me encontraba, no era comprendida, ni
me aceptaba a mi misma, pero había algo que me llenaba de alegría al llegar a
mi casa, era quien no tenia quejas, quien no me recibía molesto, o quien no me
criticaba en absoluto sino que se lanzaba sobre mi, y me acariciaba, se
restregaba contra mi piernas, emocionado de verme, feliz, esperando mi llegada
en la puerta, esperaba la hora, y me doy cuenta que eso me hacia feliz era la
única caricia que esperaba, mi madre no tenia tiempo para mi, pero el si, el no
necesitaba hablar porque lo hacia con sus acciones, era a quien podía
sacar a pasear, o comprarle suéter porque
hacia frio, al que le podía convidarle de mi comida.
Así pasaron los años, y muchas veces en los pleitos
familiares me daba cuenta que él me quería, y que protegía de cualquier golpe a cualquiera
en casa, le molestaba sobre manera que trataran de golpear a alguien de la
casa, o se gritasen o se hiciese daño entre si.
Cuando una de las personas que integraba mi familia decidió
independizarse tomar su propio camino,
solo se despidió de mi querido amigo quien recibió por nombre pulgarcito
por ser el mas pequeño.
Después de eso vino mi enfermedad manifiesta, en la
cual pareciese que el no tenia nada que ver, pero tuvo que asumir el compromiso
de pasar día y noche amarrado a la puerta, y antes siempre andaba libre, suelto
pues, pero para que no me contaminara, decidieron atarle a el a la puerta y a mi
a una maquina.
Por mitos de los pueblos de mi familia, decidieron
enviarlo a vivir con la persona que se había ido a hacer su vida a parte, pero
era en una casa de lamina, a la cual iba en calidad de préstamo, se le enviaba
comida, jabón, en fin todo lo que el tenia en casa, cada noche pedía a Dios y
al divino niño curarme y que me cuidara mi perrito porque el posiblemente
estaría siendo maltratado, ignorado, y viviendo en condiciones inhumana, en
donde era sacado de paseo por calles terribles, y él podía lesionarse sus
patitas, parecería exageración, pero era el hecho de abandonar a un amigo y
verlo perder sin sentimiento alguno hace que la conciencia se lo recuerde a uno
cada vez que puede.
Pues lo primero que pregunte al médico, al matasano,
y a la bióloga era si me hacían daño tener mascota, y ellos me dijeron que perfectamente
lo podía tener conmigo, ese día convencía a mi novio de ir a la comunidad yo
mas pálida y mareada, y con mis ganas de vomitar permanente por la uremia, le
dije a mi madre que nos acompañara a traerlo, ella se bajo corrió por el, y el
venia corriendo se subió al carro que ya conocía, y sólo le falto poder hablar
y decir ya vámonos no se detengan, llego a la colonia y salió corriendo hasta
la puerta de la casa, halaba a mi mama para que no se detuviera el sabia que
esa era su casa, su hogar, y venia nervioso, con humor bastante alterado.
Solo me di cuenta cada vez que vomitaba que le
preocupaba no sé si el hecho que no le vomitara a él, o el hecho que de verdad
me sentía mal, así pasaron los meses, y
al menos en los tres intentos de trasplante ahí estuvo, solo pensaba en que
deshacerme de el me iba a partir el corazón y que nadie lo podía adoptar porque
él estaba hecho para mi, a mi medida y nada más.
Solo que se fue antes de verme trasplantada,
compartimos cinco años de hemodiálisis, pero de ahí el se puso mal, creo que jamás
llore frente a nadie por alguna cosa, pero esto que él se tuviera que dormir
para mí era como que parte de mi se puso a dormir, se que él está bien, que no
sufre, pero eso no deja que no lo extrañe, no anhele que regrese y que me pueda
ladrar, morder, o que se yo!
Sé que ya es un angelito, y que siempre estará en mi corazón,
y en la marca de su colmillo que hay en mi pie por haberle gritado que no!